(un articulo de Daniel Sebastian)
Prefacio:
El miercoles 15 de Abril, cuando se cumplían cuarenta semanas de gestación, mis padres fueron al ginecologo. La doctora Cano le contaba a mi madre que no había sintomas notables de parto, lo que produjo no poco regocijo en la asustada primeriza. Papa llamó a la familia para decir que podría ir tranquilamente al bautizo de Blanca y al tío Tomi para decirle que no necesitaba coger billetes a Madrid, que el médico les había dado una semana de plazo antes de provocar el advenimiento. Yo, no tenía pensado lo mismo ¡Deseaba salir y conocer a mis padres!
11 horas más tarde...
El primer día de mi vida empezó para mi madre a eso de la una de la madrugada, estaba ansioso por salir. Mi padre estaba trabajando, para variar, hasta altas horas de la madrugada (algo de unos americanos locos....). Sobre esa hora empezó a agudizarse en mamá un dolor de riñones que había empezado por la mañana y un pilotito se enciendió en su cabeza "Esto van a ser contracciones. Pero para que voy a preocupar a Gon, ya se lo contaré cuando sea inminente" (yo podía por aquel entonces percibir esas sensaciones). Incapaza de dormir mamá se quedó en el sofá del salón medio durmiendo medio sufriendo.
A eso de las cinco de la madrugada yo noté que perdía agua y mamá sintió que estaba como mojada. Mamá se levantó corriendo al baño y se dio cuenta que no se estaba haciendo pis y por fin conoció mis planes: ¡El parto había empezado!
Fue en ese momento en el que papa, despertado con la noticia, empezó a participar: Cronometrando la distancia entre contracciones y dandole masajitos a mami en los riñones.
A las ocho de la mañana, papa estaba que se subía por las paredes, deseoso de arrastrar a mami al hospital para que me sacaran de sus entrañas y verme la cara. Sin embargo, mama todavía tenía algo que hacer..... ¡Arreglar un armario! Por loco que parezca, a nueve de la mañana iban a venir los señores de Covalux a reparara una puerta de los nuevos armarios. Mami quería que la obra estuviera terminada antes del parto y ese detalle era de no poca importancia.
Pacientemente esperamos todos a que llegaran los señores reparadores de armarios, hicieran su trabajo, desearan suerte a mis primerizos padres y por fin se fueran a eso de las diez.
Al llegar al hospital nos hicieron esperar en el pasillo bastante tiempo hasta que nos atendieran en planta, cosas del cambio de turno de matrona, pero una vez que nos atendieron todo empezó a ir sobre ruedas. La matrona constató que estabamos de parto con un minicentrimetro de dilatación y el hecho de haber roto aguas asi que no dudo en ingresarnos y darnos habitación con vistas (la cutre habitación merecería un capítulo aparte pero como la gente del hospital se portó tan bien con nosotros y yo tampoco veía mucho por esa época podemos obviarlo).
Cómo mamá estaba tan dolorida enseguida la pusieron la famosa Epidural esa y a partir de ese momento le cambió la cara o al menos eso fué lo que les oí a todos, a ella todo la parecía bien sobretodo con tal que la dejaran dormir tranquila y es que ¡menudo sueño la entró! Aquí el único que se puso a trabajar de verdad era yo ¡madre mía si que es estrecha la salida!
Después de estar allí acomodados ya durante unas cuatro horillas papá aprobechó que mamá abrió un ojo para decirla que iba a ponerse a avisar a la familia que estabamos allí apuntito de dar a luz de modo que la bisa y todos los abuelos salieron raudos hacía el hospital para no perderse el momentazo de ver a su primer nieto o sea yo.
Y mamá seguía durmiendo y venga a dormir, de vez en cuando la comadrona y la doctora se asomaban para ver donde estaba yo atascadete y como me encontraba hasta que por fin a eso de las 16:30 decidieron llevar a mamá y papá hacía el quirofano.
Yo no estaba nada nervioso y mamá con los efecto de la epi tampoco lo parecía así que sin vacilar nos pusimos manos a la obra: ¡Todos a empujar!
A las 16:45 asomé la cabecita y ví a un señor con gafas de pasta y un gorro verde ¿será ese papá? en cuanto me habló lo supe, ¡era él! ¡era él!. Decidí salir lo más rápido posible con ayuda de la doctora Cano y por fin estuve con mamá, me pusieron enseguidita sobre su tripa y aunque yo estaba muy agustito enseguida me llevaron a hacer un montón de judiadas (por cierto saqué una notaza de 9 sobre 10). Después todo fué muy rápido, papa me llevo en una nave espacial transparente hasta otra dimensión donde estaban los abuelos y la bisa deseando verme, a todos les parecí monísimo y es que ¡menudo tipazo! 3,220 Kg y nada más y nada menos que 49,5 cm.
Yo estaba cansadísimo así que caí rendido después de probar por primera vez la tetita de mamá ¡vaya día más emocionante!

